miércoles, 28 de enero de 2009

Pitos y palmas


NOTA PREVIA:

Este artículo es menester entenderlo en clave autonómica, pues es en Andalucía donde desarrollo mi labor docente, aunque me temo que muchos de los tópicos tratados también podrían ser entendidos en clave estatal.

Después de unos meses de rodaje del “flamante currículo” que nos ha deparado la LOE-LEA (en Andalucía) en el tramo medio (ahora llamado profesional), podemos empezar a sacar algunas conclusiones. Aunque en esta ocasión sólo me centraré en dos asignaturas con las que tengo una relación directa, también daré alguna pincelada sobre el conjunto de las novedades de nuestra enésima ley de educación.
Ante todo quiero manifestar que, en el fondo y bajo mi humilde punto de vista, la LOE-LEA no es un nuevo marco legislativo, no es una verdadera reforma (como hubiera sido de esperar), es la LOGSE a la que se le ha aplicado un tratamiento cosmético para disimular las “arrugas” y que, por su propia condición evanescente, no ha venido a resolver los gravísimos problemas que subyacen en nuestro sistema educativo (general y musical), no sabemos si por incompetencia o por retorcido y perverso interés de la administración educativa.
Lo primero que salta a la vista es el maremagnum de asignaturas, modalidades e itinerarios, el cambio de denominación de algunas de aquéllas y la incorporación de otras nuevas. Considero que este planteamiento educativo es totalmente errado y opuesto al sentido en el que debería hacerse una auténtica reforma. Parece que se busca diversificar y compartimentar cada vez más el conocimiento y, en vez de buscar la conciliación curricular, la síntesis de contenidos, y ¿por qué no?, hasta la reducción de asignaturas (entendida como una reunificación de contenidos), a donde se está llegando es a su dispersión; cuantos más profesores intervienen en un determinado nivel de enseñanza, menos coherente es la formación de un alumno. Las áreas que componen la educación musical son tan afines unas a otras, que cuantos más profesores intervienen en su divulgación, más probable es la contradicción conceptual, la divergencia de enfoque de una misma materia, el solapamiento de contenidos curriculares y, sobre todo, la difuminación paulatina del motivo, el origen o la finalidad por la que un niño y su familia se acercan a un conservatorio: aprender a tocar un instrumento.
Qué lógica tiene que un alumno, después de 10 años de estudios, habiendo cursado unas ¡13 asignaturas diferentes!, se presente a la prueba de acceso a grado superior (especialidad instrumental), y ésta consista en tocar el instrumento 30 minutos, leer a primera vista un fragmento musical y analizar una partitura. ¡Me parece totalmente desproporcionado! Pero no sólo eso, me parece terriblemente injusto para nuestros alumnos (de conservatorios profesionales), pues las mismas oportunidades tienen otros estudiantes que, previa preparación particular con únicamente dos profesores (instrumento y armonía), tienen muchas más ventajas de superar la prueba porque se han centrado durante muchos años (no tantos como los nuestros) en preparar a fondo las tres partes de esta prueba. Pero... ¡pagando!, se dirán muchos. Efectivamente, nuestro sistema público de educación, prima la formación particular animando a quien pueda pagarse dos profesores durante todo este tiempo, poniendo en evidente desventaja a nuestros alumnos (y no sólo en los conservatorios, sino en los estudios generales).
Con este ejemplo quiero poner de manifiesto la absoluta falta de conexión entre el tramo medio y el superior. Algún lector podría rebatirme el argumento al plantear la formación musical media (profesional) como un complemento a la formación general del estudiante. Efectivamente, y no le faltaría razón, pero sinceramente creo que 13 asignaturas para adquirir una formación general musical como parte de su formación cultural es un despropósito y sólo por una razón, porque al finalizar los 10 años de formación académica, la gran mayoría de los conocimientos estudiados en esas 13 asignaturas se han olvidado, lisa y llanamente; y el aprendizaje sedimentado en la formación del alumno, es decir, el sustrato lo que ha quedado en el estudiante (que es en lo que se debería haber centrado su formación musical), se podría haber organizado de una forma muchísimo más racional y coherente y en muchísimo menos tiempo lectivo.
No obstante, como todo en la vida, también podemos hacer una lectura positiva de algunos elementos de la nueva ley. Es el caso de dos nuevas asignaturas que me conciernen directamente: Literatura e Interpretación del Instrumento Principal y Pedagogía Musical. Soy consciente de realizar una valoración que quizás se quede corta pues, además del mayor tiempo lectivo (1h. 30' de clase instrumental) para los alumnos de 5º y 6º, puede que haya otros aspectos positivos de la ley en los que no haya reparado. Agradecería sinceramente a toda persona que haya vislumbrado más aspectos positivos de los que yo he alcanzado a percibir, que me los haga saber, pues me encantaría cambiar la opinión que tengo sobre esta ley de educación.
En cuanto a la primera de las dos asignaturas LIIP (Literatura e Interpretación del Instrumento Principal), no dejo de reconocer que es un acierto haber incorporado al nuevo currículo de las enseñanzas profesionales una asignatura que es una necesidad para paliar el gran desconocimiento que la mayoría de los alumnos tienen de los grandes compositores, de la literatura para el instrumento y de los grandes intérpretes (de cada especialidad instrumental) de todas las épocas. Sin embargo, considero que es tarde para iniciar el contenido de esta asignatura pues, bajo mi punto de vista, el conocimiento del autor, su vida, obra y circunstancias históricas que rodearon su vida, son conocimientos imprescindibles para comprender mínimamente cualquier obra del repertorio instrumental y, como consecuencia, conseguir una interpretación con un mínimo de sentido y dignidad musicales.
No obstante, con el conocimiento que los alumnos hayan ido adquiriendo mediante comentarios y enseñanzas de sus profesores de instrumento, mediante su propia iniciativa y con el deseo de hacer un buen trabajo docente en esta materia, intentaremos paliar y compensar dichas deficiencias.
En cuanto a la segunda de las dos asignaturas, Pedagogía Musical, también aplaudo la iniciativa de la Administración Educativa por haber incorporado al nuevo currículo de las Enseñanzas Profesionales una asignatura que es una necesidad para paliar el gran vacío existente en el tramo curricular intermedio (entre el elemental y el superior), referido a la formación pedagógica inicial de los alumnos, conocimiento que la mayoría de ellos, tarde o temprano, va a necesitar indefectiblemente.
Sin embargo, considero que su planteamiento curricular es extraordinariamente pretencioso por cuanto se refiere a la amplitud de sus objetivos, comprimidos en un sólo curso. Considero que para desarrollar adecuada y eficazmente todos y cada uno de los contenidos que propone el currículo de la asignatura y para que fueran verdaderamente útiles, se requerirían al menos dos cursos (por no decir cuatro), ya que oficialmente, nunca volverán a tratar esta materia aquellos que decidan seguir los estudios musicales pues, al menos hasta ahora, la especialidad de Pedagogía del canto y de los instrumentos sólo se imparte en 6 ó 7 del conjunto de todos los conservatorios superiores del territorio nacional, y ninguno de ellos en Andalucía.
No deja de ser una paradoja, con un triste paralelismo con el anterior ejemplo referido a la prueba de acceso al grado superior, que los alumnos de grado superior estudien entre 18 y 27 asignaturas distribuidas en cuatro años, que su salida inmediata sea la preparación de oposiciones, que en éstas una de las partes que más se valora (programación didáctica y unidades didácticas) sea materia eminentemente pedagógica, ¡y que en ninguna de las especialidades –instrumento, dirección de coro, composición y musicología- haya una asignatura de pedagogía o de didáctica a lo largo de los cuatro años! ¿Qué tienen que hacer nuestros alumnos cuando acaban el grado superior? Empezar a buscar a alguien que les prepare esa prueba que la formación superior ¿¡ha olvidado!?

Sencillamente
inconcebible.


JAC

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